La mente es un milagro
- Raquel Reguera
- Jun 24
- 4 min read
La mente es un Milagro… Es creativa, lógica, sensible…Capaz de imaginar lo más bello o caer prisionera en lo más oscuro. A veces es un jardín. Otras, un campo de batalla seco, abrupto.
Y ahí, justo ahí, entre sus laberintos inescrutables, he entendido que el poder de la mente no reside solamente en mi voluntad, ni en mi estado de ánimo y ni mucho menos en mi estilo de vida, o en mi reusada sabiduría.
Por más que me esfuerce en tratarla como algo estático, ésta siempre encuentra una grieta donde transformarse y seguir extendiendo su horizonte, aunque yo me empeñe en dibujarlo pequeño. Y lo sé, porque he visitado esos rincones oscuros, donde mis pensamientos me cautivaron en desánimos, y aunque racionalmente parecía improbable, pude encontrar una salida hacia una nueva perspectiva.

Pero, más allá de mi propia experiencia personal, la ciencia a día de hoy admite la extraordinaria capacidad que tiene nuestro cerebro para cambiar, adaptarse o renovarse, confirmando así que la mente no está condenada a quedarse donde el miedo, el trauma o el agotamiento la dejaron… sino que, gracias a la neuroplasticidad, puede abrirse de forma casi sobrenatural a nuevos escenarios impensables.
La Dra. Caroline Leaf, neurocientífica cristiana, lo expresa con claridad: “You are not a victim of your biology. You are the architect of your brain.” (No eres víctima de tu biología, sino el arquitecto de tu cerebro.) (Traducción libre).
O el Dr. Jeffrey Schwartz, psiquiatra de la Universidad de UCLA, a lo largo de sus estudios nos enseña que “El cerebro es maleable. Cambia con lo que haces y con lo que piensas.”
Pero igual que he encontrado nuevas rutas en mis pensamientos, confieso que esa transformación nunca fui capaz de hacerla sola, desde mis fuerzas o intenciones. Ese maravilloso punto de plasticidad, para muchos de nosotros desconocido, despliega su máximo potencial al entender su funcionamiento no solo físico, sino en términos de voluntad, siendo entonces cuando la fe entra en escena.
La fe me apunta a un Autor de dicho milagro, uno que no solamente diseñó mi mente, sino que sabe cómo se gobierna. Autor que, a su vez, juega un papel primordial a la hora del perfecto funcionamiento de la misma.El apóstol Pablo, escribiendo a los corintios, nos conduce a algo profundamente revelador:“…llevamos cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5).
Por tanto, esa plasticidad alcanza una esfera superlativa si comprendemos que no se trata solamente de reemplazar pensamientos negativos por positivos, o identificarlos y entrenarlos… o repetir afirmaciones enraizadas en subjetividades, o depositar nuestra fe en visualizaciones temerosas o reprogramaciones mentales… No es cuestión de disciplina mental o positivismo superficial, sino de un acto espiritual y volitivo. Nuestra mente encuentra su marco perfecto de funcionamiento en el sometimiento real y sostenido, no a un sistema caído, sino con la rendición total de su caos peculiar, su creatividad, su historia o sus heridas, a Cristo.
Como escribió con claridad Juan Calvino:“¡Oh, cuán grande ha avanzado el hombre que ha aprendido a no ser suyo propio, a no dejarse gobernar por su propia razón, sino a rendir su mente a Dios!”(The Joy of Self-Denial, Juan Calvino).
Sin embargo, esa rendición no implica negar nuestros razonamientos, sino otorgarles dirección. No cancelamos los pensamientos difíciles, oscuros o limitantes, sino que los rendimos a un Señor que los establece en el marco de la verdad y los ordena.

Además, esa obediencia no es fría, ni ciega, ni mecánica. No es sometimiento a una norma externa o a un sistema de ideas para algunos iluso. Es el depositar nuestra confianza y control al Espíritu Santo, que no solo trae a nuestra memoria las Palabras de Cristo, sino que guía, convence, sana y transforma desde nuestro ser más interno.
Dallas Willard, filósofo cristiano contemporáneo, lo expresó así:
“El Espíritu es quien renueva la mente. Es, ante todo y de forma decisiva, Su obra.”
Además, ambas disciplinas coinciden en una realidad que muchos de nosotros confrontamos a diario: nuestra mente es un campo de batalla. La psicología cognitiva y la neurociencia del trauma nos enseñan que la mente humana es una zona de batalla interna: un lugar donde pensamientos, emociones y recuerdos compiten, chocan o se bloquean en una lucha silenciosa y constante. La disonancia cognitiva, los conflictos entre impulsos racionales y emocionales, y los mecanismos de defensa no son otra cosa que la evidencia científica de esta guerra interior. El Nuevo Testamento también lo afirma con claridad espiritual: Aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo... derribamos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. (2 Corintios 10:3–5)

Por tanto, la neuroplasticidad nos dice que el cerebro puede cambiar, y la fe lo complementa al mostrarnos cómo y hacia quién orientar ese cambio. Por tal motivo, cuando la ciencia confirma que podemos transformarnos, yo me aferro con más convicción a la verdad que lo sostiene todo: no solo podemos renovar la mente… sino que, si anhelamos libertad genuina y una vida que refleje nuestro propósito eterno, debemos hacerlo. Porque una mente rendida a Cristo no solo sana: florece.
Texto: Rev. Raquel Reguera
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