Estados Unidos de América inaugura una nueva etapa presidencial con el impulso de reencontrarse con una nostálgica “época dorada” que bebe de un pasado idealizado. Una construcción social provocadora, con un “Make America Great Again”, evocado cual mantra en discursos políticos y eslóganes contundentes y polarizadores, que, iluminando las caras de las masas, promete restaurar un orden perdido, pasando por alto las tensiones sociales, raciales y de género que marcaron esos tiempos.
Pero en el corazón de este revisionismo histórico se encuentra un cristianismo dividido: por un lado, el nacionalismo cristiano, que ha encontrado en la figura de Donald Trump su mesías político; por otro, un cristianismo progresista, que parece negarse a ser instrumentalizado por el poder y que, en figuras como la obispa Marianne Edgar Budde, desafía la narrativa de una fe secuestrada por la política.

Desde su incursión más formal en la esfera política en 2016, Donald Trump ha demostrado una notable capacidad para captar el fervor de sectores cristianos evangélicos. Líderes prominentes lo han equiparado con figuras bíblicas como los reyes Ciro o Jehú, lo que refleja la creencia de que Dios puede utilizar a un mandatario que, aunque no representa una vida cristiana ejemplar, ha implementado políticas que consideran coherentes con sus valores. Esto ha contribuido a la consolidación de un nacionalismo cristiano americano, que ha encontrado en Donald Trump a su líder ungido, asumiendo así una visión casi mesiánica del poder presidencial y reforzando la idea de que el liderazgo legítimo debe ser masculino, patriarcal y autoritario.
Por parte de sectores más radicales y providencialistas, esta fusión entre religión y poder llega a convertir la presidencia en un cargo casi sagrado, donde cualquier crítica se interpreta como un ataque directo a la voluntad de Dios y una afrenta directa a la fe.
Durante su discurso de investidura el 20 de enero de 2025, Donald Trump afirmó: "Fui salvado por Dios para hacer que Estados Unidos sea grande otra vez", refiriéndose al intento de asesinato en julio de 2024 del cual salió ileso y su creencia firme en el propósito divino para su vida y para su nación.

Este fenómeno compromete la integridad del evangelio de Jesucristo, transformándolo en una herramienta de control, a la vez que debilita la función mediadora de la política, socavando así los fundamentos de la democracia. Ante tal confluencia de poderes (político y espiritual), la cruz se ha levantado, una vez más, como un símbolo o emblema ideológico en un conflicto pseudo-religioso de marcado carácter sociocultural. En este contexto, la iglesia no se percibe únicamente como un espacio para la proclamación del Evangelio, sino como una institución al servicio de un modelo de nación que prioriza una estructura y autoridad tradicional enmarcada en una teología que asocia la prosperidad con el favor divino.
La obispa Budde: mujer, liberal y, para algunos, enemiga de la fe
Frente a esta ola de cristianismo reaccionario, la obispa episcopaliana Marianne Edgar Budde, líder de la Diócesis Episcopal de Washington y responsable del sermón durante el Servicio Nacional de Oración en la Catedral Nacional de Washington, concluyó el mensaje sobre la unidad nacional basada en la compasión, la justicia y el respeto a la dignidad humana, con una petición al recién nombrado presidente de mostrar misericordia hacia las comunidades más vulnerables, incluyendo a las personas LGBTQ+, inmigrantes y refugiados.
Este servicio interreligioso es una tradición que se celebra al día siguiente de cada investidura presidencial en Estados Unidos. Como era de esperar, el mensaje de la obispa Budde generó una reacción negativa por parte del presidente Trump, que se refirió a Budde como una "supuesta obispa" y una "odiadora de Trump de la izquierda radical de línea dura". Además, calificó el servicio como "muy aburrido" y exigió una disculpa por parte de Budde y de la Iglesia Episcopal.
La obispa Budde respondió a las críticas con firmeza, reafirmando que su llamado a la misericordia no era un ataque político, sino una exhortación basada en los principios cristianos de compasión y justicia. "El Evangelio nos llama a cuidar a los más vulnerables, a recibir al extranjero y a proteger la dignidad de todos los hijos de Dios", declaró en una entrevista posterior. También enfatizó que el cristianismo no debería ser instrumentalizado para sostener proyectos de poder, sino para reflejar los valores fundamentales de amor y servicio.
Unos la han llamado "hereje", "falsa profeta", "instrumento del diablo". Otros "defensora", "visionaria", "líder". Para unos, su sola presencia en la Iglesia es una aberración teológica, un desvío de la "verdadera" fe. Para otros, es una activista de justicia social, de inclusión y compasión. Sin quererlo, esta licenciada en historia, doctora en divinidades, líder social, esposa, madre y abuela se volvió a alzar como la voz de ese cristianismo "progresista" que estaba empezando a ahogarse y diluirse.
Pero más allá de estas dos posturas en disputa, que defienden un cristianismo estadounidense atravesado por la ideología, la confrontación entre Budde y Trump no es más que un reflejo de una sociedad dividida, donde los discursos religiosos terminan sirviendo más a la consolidación de identidades políticas que al mensaje original del Evangelio.
El cristianismo en la encrucijada
La fe cristiana, como toda religión, da sentido a la vida social e individual, y por eso siempre está vinculada a los cambios políticos e ideológicos de cada época. Pero en la América del 2025, el ruido de la polarización ahoga el diálogo, dejando una sociedad aturdida y fragmentada, incapaz de hallar un punto de encuentro más allá de sus diferencias. Al igual que otras instituciones y sistemas de creencias, el cristianismo norteamericano sufre los embates de una guerra sociocultural que lo está alejando de su esencia, usándolo como un campo de batalla más dentro de las disputas partidistas.
Sin embargo, el verdadero cristianismo no se define por alianzas políticas ni por luchas de poder. Su esencia radica solamente en Cristo y en su mensaje de amor, justicia y redención. Nuestra fe no busca imponer ideologías, sino transformar corazones y salvar almas. Jesús no construyó alianzas con los poderosos ni utilizó la religión como herramienta de dominio; al contrario, desafió las estructuras de injusticia y abrazó a los marginados, dejando claro que Su Reino no se edifica con estrategias terrenales, sino con la verdad que libera y el servicio que dignifica.
Y hoy más que nunca, el cristianismo debe recordar su llamado: no ser cómplice de agendas humanas, sino ser testimonio vivo del poder detrás del Evangelio.
Como afirma el teólogo Jürgen Moltmann, "la iglesia no debe identificarse con ninguna ideología política, sino que debe ser una comunidad abierta que testimonie la esperanza en el reino de Dios".
Estamos ante un conflicto teológico de proporciones históricas. Lo que está aconteciendo a día de hoy no es solo una disputa política; es una lucha por el alma del cristianismo en América. De un lado, un cristianismo que ha abrazado el poder terrenal y se aferra a él con uñas y dientes. Del otro, un cristianismo que busca encarnar el mensaje de Jesús sin estar atado a los intereses de un imperio en una progresión que en ciertos casos desdibuja conceptos bíblicos básicos.
Pero, ¿es el Evangelio una herramienta de dominación o un llamado a la justicia? ¿Es la fe un pasaporte para la exclusión o un refugio para los más vulnerables?
Necesitamos una reflexión profunda y un debate urgente, porque no solo está en juego el rumbo de una nación, sino el testimonio de la Iglesia ante el mundo entero.
Texto: Rev. Raquel Reguera
Budde, M. E. (2025). Sermón en el Servicio Nacional de Oración. Catedral Nacional de Washington.
Moltmann, J. (1993). Theology of Hope: On the Ground and the Implications of a Christian Eschatology. Fortress Press.
Trump, D. (2025, 20 de enero). Discurso de investidura presidencial. Casa Blanca.
Panotto, N. (2021). Lo cristiano frente a las disputas ideológicas. Lupa Protestante. Recuperado de https://www.lupaprotestante.com
Dri, R. (2023). Jesús y la nueva política. Alai. Recuperado de https://www.alai.info/jesus-y-la-nueva-politica
Comblin, J. (2003). Cristianismo y política. Teología Nordeste. Recuperado de https://teologianordeste.net
Comments